La casita del horror

 La casa donde se grabó ‘Songs Of Faith And Devotion’




Pasaron 20 años desde que Depeche Mode, en su última estampa como cuarteto, se encerró a grabar Songs Of Faith And Devotion en lo que los españoles conocían como un “amplísimo chalé” dentro de una villa alquilada en Madrid.






La fijación de la banda, pero particularmente de Martin Gore, entonces un poeta de las letras sin competencia alguna, estaba en la vida nocturna que podrían encontrar en la capital española. Ahorro de impuestos vía rebajas fiscales con la elaboración de materiales en el extranjero, acusaban varios críticos ingleses en 1992, pero no, en realidad, el rubio letrista pasaba por una etapa de su vida en la cual lo último que quería era dormir y desperdiciar la noche. El desfogue y el alcohol, las sonrisas de las groupies topless y los desmanes improvisados edificaban buena parte de sus pensamientos. Comprensible. Gore rondaba entonces los 30, siempre flamables.





A diferencia de Martin, los otros Depeche enmarcaban cierta nostalgia por las tierras inglesas a través de la comida, cuyas preparaciones no se despegaban del recetario habitual de una cocinera británica a las órdenes de la pandilla.




En cuanto a la distribución de los espacios en la villa de grandes ventanales, la batería de Alan Wilder se aburría en la biblioteca, al tiempo que la mayoría de los instrumentos electrónicos, con sus cables y medusas en el piso, solían desordenar el interior del salón principal.






La enorme morada contrastó por desgracia con la escasa comunicación entre los Mode. Ni siquiera el contar de nuevo con Flood, paladín del éxito de Violator años antes, permitió que se conectaran los sensores vitales de los integrantes de la banda, mucho menos sus talentos. Dave Gahan usó una habitación como sacristía personal para pintar un óleo de su entonces mujer Theresa Conroy y para rendir tributo a la heroína, mientras que Wilder se volvió un baterista sin más compañía que sus golpeteos a deshoras. Gore con su amiga noche, y Andrew Fletcher con la inmovilidad propia de un músico no músico que más bien era un administrador dentro de un grupo de rock, completaban la escena. Apatía total a las afueras de Madrid. Semanas con mucho desperdicio en las que, pese a los problemas, se lograron gestar los embriones de “Condemnation”, “Walking In My Shoes” e “In Your Room”.





El rumbo habría de ser retomado poco después en Chateau du Pape, Hamburgo. Si bien las cosas mejorarían, tampoco habría de suceder sin moretones. La última mezcla de “Judas” implicó una de las discusiones más vehementes entre Gore y Wilder, mientras que la versión definitiva de “Walking…” jamás convenció del todo al grupo.





Ironías. Las peores sesiones de grabación y los meses más sombríos en la carrera del cuarteto derivaron en el denominado “disco español de Depeche”, el cual trepó instantáneamente a la cima en Estados Unidos y Reino Unido. Ya después de la sonrisa momentánea cortesía de los charts, el diablo volvería a azotarlos durante la gira mundial, casi al grado de despedazarlos como grupo.






Songs Of Faith And Devotion, una anomalía histórica que, pese a todo, llenó las barrigas de los devotees.